Francisco José Ruiz - Francesc Ruiz
LA PRESA HOOVER
Francisco José Ruiz
9/13/2024
LA PRESA HOOVER
(Extracto de la novela)
La necesidad de agua primero, y luego de electricidad, siempre han sido unas constantes en nuestro país. La Historia siempre es una gran maestra, aunque nos olvidemos de ella, y nos ofrece una lección de lo más interesante: cualquier necesidad lleva aparejada una solución que se traducirá en riqueza para quien la ofrezca. Así que, solucionar los problemas de falta de agua y electricidad siempre han sido, y serán, un buen motivo de negocio para quien encuentra la solución para ambas.
Así, ya a finales del siglo pasado, William Beatty, un sagaz hombre de negocios cuya especialidad era la compra y venta de tierras, creyó encontrar la solución para hacer llegar agua a las resecas tierras del sur de nuestro país, tocando la frontera norte de México. Su idea inicial fue, nada menos, que encauzar una parte de las aguas del rio Colorado para destinarlas a riego. Bautizó la obra como El Canal Álamo, aunque también fue conocido como Canal Imperial porque así llamó a las resecas tierras que habría de regar. La idea de Beatty terminó convirtiéndose en realidad y los “valles imperiales” recibiendo suficiente agua como para que prosperase en ellos la agricultura.
Pero Beatty olvidó un cálculo o, tal vez, su realización no fue la correcta. Y es que los costes de mantenimiento eran tan altos que el Canal Imperial se convirtió en una obra onerosa, imposible de mantener. De hecho, el volumen de agua que se necesitaba para colmar el lago Salton, supuso la violenta rotura de la pequeña presa y el final de la aventura de William Beatty. Durante 1906, la Southern Pacific Railroad fue la encargada de volver a encauzar el rio Colorado. Un enorme esfuerzo que costó a la misma 3 millones de dólares y, se dice, el Gobierno Federal nunca reembolsó.
Pero algo en lo que no había errado William Beatty es que allí había negocio. Ya en 1902, la Edison Electric Company, radicada en Los Ángeles, había realizado prospecciones en diferentes tramos del rio. La finalidad era la misma que la de Beatty: obtener beneficios a cambio de ofrecer soluciones; en esta ocasión, electricidad. La compañía creada por Thomas A. Edison consideraba posible la creación de una presa de unos 40 pies de altura, sobre roca, que podría ofrecer unos 10.000 caballos de fuerza. Existía un problema que pareció ocultarse a los expertos de Edison Electric Company: los expertos habían demostrado que la transmisión de energía eléctrica no superaba la distancia de 80 millas. Ello significaba que, dentro de ese radio, los clientes potenciales eran muy pocos; la construcción de dicha presa se antojaba deficitaria en aquellos momentos. La idea de la Edison Electric Company se había adelantado a su tiempo pero la compañía guardaba un as ganador en su manga: se había convertido en la propietaria de aquellas tierras.
Treinta años después de aquel intento fallido, se han iniciado las obras del proyecto Boulder Canyon Dam, que tiene como objeto regular las aguas del rio Colorado y afluentes de los estados de California, Nevada, Arizona, Utah, Nuevo México, Colorado y Wyoming, así como abastecerlos de electricidad. La administración Hoover ve éste como uno de los mayores desafíos para la ingeniería civil de los Estados Unidos así como un verdadero generador de empleo en estos momentos tan complicados.
Sin embargo, no ha sido esta administración la responsable del proyecto. A lo largo de esos treinta años se han sucedido una serie de acontecimientos y se han tomado un buen número de decisiones que han conducido al momento actual. Después de varias propuestas frustradas, en 1922 el Servicio de Recuperación del rio Colorado presentó el Informe Davis Fall, firmado por su jefe Arthur Powell Davis, en el que se consideraba el Colorado como un espacio de interés federal puesto que abarcaba los estado ya citados. Y también que el emplazamiento que siempre había estado en mente de las diferentes administraciones no era el adecuado: Boulder Canyon estaba atravesado por una falla geológica y no disponía de espacio suficiente para construir el campamento que había de dar cobijo a los obreros ni un vertedero para los escombros. Sin embargo, proponía un nuevo emplazamiento que parecía cubrir todas las necesidades: el Cañón Negro. Éste quedaba situado en un lugar geológicamente estable y podía dar cabida a todas las infraestructuras necesarias, incluido un ferrocarril que uniría la parte superior de la futura presa con la ciudad de Las Vegas, Nevada.
La administración Harding hubo de enfrentarse a sucesivos contratiempos hasta ver aprobado el proyecto. Ante la posibilidad de que los siete estados que conforman la cuenca del Colorado en nuestro territorio nunca se pusiesen de acuerdo, surgió la idea de que todos ellos firmasen un acuerdo que luego fuese sancionado por el Tribunal Supremo. El mismo, después de muchas pugnas entre los estados, se firmó el 24 de noviembre de 1922. Curiosamente, en aquellas conversaciones ya participó en actual presidente Hoover, entonces Secretario de Comercio.
Pero los problemas, las negaciones y los continuos estudios sobre la seguridad del proyecto se alargaron durante años hasta que el 21 de diciembre 1928 el presidente Coolidge firmó el proyecto de ley que autoriza la construcción de la presa. El proyecto Cañón negro o Boulder Canyon incluye, además de la nueva presa, reemplazar todo el canal que, en su momento, construyó William Beatty, incluyendo el Imperial y el All American. Esta ley fue ratificada el 6 de marzo 1929 cuando seis de los siete estados implicados firmaron el acuerdo, negándose a ello el de Arizona.
Como pueden ustedes deducir de todo lo anterior, regular las aguas de un gran rio en su cuenca ‒como es la del Colorado‒ para evitar inundaciones, asegurar el abastecimiento de estos territorios tanto para el uso humano como para el riego de las cosechas, llevar la electricidad a estas tierras y ofrecer un buen número de empleos, no es cosa sencilla. El primero en intentarlo fue un valiente ‒o un temerario‒ que arriesgó su capital: William Beatty, a finales del siglo pasado. Se han necesitado más de treinta años para que las máquinas excavadoras comiencen a trabajar en el que ‒se supone‒ ha de ser el proyecto definitivo.
¿Por qué llevar la riqueza y el progreso a unos territorios es tan complicado? El periodista que firma este artículo no tiene respuesta para ello.
Jonathan Daniels